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miércoles, 7 de mayo de 2014

Atrapados en las redes de la ciencia: La Universidad abre sus laboratorios a pescadores y otros ciudadanos para que identifiquen especies invasoras por su ADN

Como presidente de la Real Asociación Asturiana de Pesca Fluvial, a Joaquín Alperi ni le toca llevar bata blanca, ni ponerse guantes transparentes, ni mucho menos arreglárselas para extraer el ADN a una trucha. Es pescador y hace eso: pesca. Para él, el mundo de probetas, genes, secuencias e identidades suena a chino. Como para al resto de los 17 participantes en una actividad de la Universidad que pretende dar a conocer a la ciudadanía las especies invasoras. La próxima vez que alguien les diga que el salmón de turno procede de los mares del Norte o que viene del Sur de Inglaterra sabrán por qué. Sabrán por qué se sabe. Y lo entenderán.
Eso le ocurrirá a José Manuel Menéndez, un jubilado de Avilés que no sabía que el ADN flotaba y que era una especie de nubecilla de aspecto grimosamente pegajoso. Y a Rosa Hoyos, jubilada y también de Avilés, que ayer empujó la puerta del mundo de la genética que tanto le gusta. Y al también pescador Guzmán García, más de cuarenta años con la caña a cuestas, que ya tiene claro que el ADN no sólo es propiedad de las películas de CSI.
Todos entraron ayer a la Universidad y jugaron a ser científicos por un día, a ponerse delante de extraños aparatos para "hacer ciencia". La iniciativa, desarrollada en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, se llama "El Cantábrico, el mar de todos: los que ya están y los que se esperan", un proyecto de ciencia ciudadana que persigue un doble objetivo: por un lado, acercar la investigación a las personas y, por otro, analizar las especies invasoras con la creación de una red de vigilancia medioambiental marina para hacer un estudio sobre quién habita el mar Cantábrico, cómo (patrones de diversidad genética) y desde cuándo (especies marinas invasoras). Una idea que busca proteger el sistema medioambiental asturiano. Ayer participaron en el experimento 18 personas y está previsto que durante el resto de esta semana lo hagan 28 más.
Se trataba de identificar a una especie (en este caso una trucha) a través de su ADN. El proceso, leído así, parece hasta sencillo: extraer ese ADN, amplificar un gen e introducir esos datos en un ordenador para obtener la información. Ellos tenían un libro con un esquema explicativo y la ayuda de varias biólogas de la Universidad de Oviedo que les iban diciendo qué parte parte del pez elegir, cómo introducir esos restos en los tubos llenos de agua, detergente líquido, bicarbonato y sal, cómo afrontar el proceso de solidificación y, finalmente, cómo manejar esos datos en el ordenador.
"Saber qué especies tienes ayuda a conocer la región", explica Yaisel Borrel, profesor de Genética en la Universidad, sorprendido por la acogida de la prueba. "Esto de las especies invasoras hay que tenerlo muy en cuenta", dice Alperi con voz baja, mientras maneja con sigilo la probeta. "Hay muchos peces y animales en el río que están haciendo daño. El Nalón, por ejemplo, está lleno. El cangrejo autóctono de Asturias ha desaparecido", cuenta. La sensibilidad la comparte Rosa Hoyos, pelo teñido de rojo y verbo fluido, orgullosa de lo que está haciendo y esperanzada de que haya más gente como ellos. "No es un tema baladí. Fíjese: ayer (por el domingo) venía de Cantabria hacia Asturias y vi todo lleno de plumeros de la Pampa (una planta invasora). Es un problema serio, debe abordarse".
El problema de la especies invasoras, detalla Borrel, es que se establecen con motivo del calentamiento y el cambio climático y, como muchas no tienen depredadores, amenazan con arrasar con el aspecto autóctono de una zona hasta llevarlo a la desaparición. Eso lo sabía Guzmán García, pescador evolucionado: "Primero sacas peces, luego lo haces pero intentas conservar y después acabas por querer conservarlo todo y proteger lo nuestro", cuenta.
"Se trata de ver que esto no es magia, que la ciencia se puede tocar", comenta Eva García, profesora de Biología e impulsora del proyecto junto con el profesor Eduardo Dopico. "Hay gente con conciencia medioambiental interesada en la ciencia. Los científicos no estamos trabajando en una bola de cristal, para nada. Hacemos cosas que pueden servir para algo y que pueden interesar a mucha gente con curiosidad intelectual en estos temas", concluye.
Fuente: www.lne.es

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